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"La Revolución no se lleva en la boca para vivir de ella, se lleva en el corazón para morir por ella.", Ernesto "Che" Guevara.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Como diría Lenin...

  Los oportunistas engañan a las masas. Los oportunistas tienen la Revolución en la boca.
 Como ya analizó Lenin, en El Estado y la Revolución, el oportunismo de algunos, y las malas interpretaciones de otros, llevan al fracaso del proletariado, al estancamiento, al conformismo.
 Y es que, los socialdemócratas se conformaban con aparecer en las elecciones de las Repúblicas democráticas –que según Lenin, eran el mejor encubrimiento del capitalismo, siempre tan elitista-. Su ingenuidad (esperemos que fuera eso) les llevaba a entremezclar procesos, a no saber discernir bien lo que decían Marx, o Engels, en sus obras. También desechaban –y desechan- la violencia, alegando que el Estado capitalista puede desaparecer gradualmente. Bastante claro lo dejó Engels, en uno de sus pasajes:
 “De que la violencia desempeña en la historia (además del ‘agente diabólico’), un papel revolucionario, de que, según la expresión de Marx, es la partera de toda vieja sociedad cuando ésta lleva en sus entrañas otra nueva, de que la violencia es el instrumento con ayuda del cual el movimiento social se abre camino y rompe las formas políticas muertas y fosilizadas, de todo eso no dice palabra el Sr. Dürhring. Es sólo entre suspiros y gemidos que admite la posibilidad de que para derrumbar de explotación se necesaria acaso la violencia, -desgraciadamente, afirma, pues el empleo de la misma, según él, desmoraliza a quien hace uso de ella. ¡Y esto se dice a pesar del gran avance moral e intelectual resultante de toda revolución victoriosa! ¡Y esto se dice en Alemania, donde la colisión violenta tendría cuanto menos la ventaja de destruir el espíritu del servilismo que ha penetrado en la conciencia nacional desde la humillación de la Guerra de Treinta Años! ¡Esos razonamientos turbios, tímidos, impotentes, propios de un párroco rural, se presentan como dignos de traducir la mente del partido más revolucionario de la historia!”
 Los que hablan de esa desaparición progresiva del Estado, no caen (o no quieren caer) en la cuenta de que Engels se refiere al Estado o semi-Estado proletario. El Estado capitalista tan solo puede ser abolido; debe ser abolido violentamente (en la mayoría de los casos, aunque debemos reconocer que las condiciones sociales han cambiado, y debemos adaptarnos a las coyunturas de cada momento). El Estado, cuando ya no haya clases, cuando ya no haya antagonismos, cuando representen a la sociedad en su totalidad, desaparecerá necesariamente, porque no precisaremos de un instrumento coercitivo.
 Llegados a este punto, no debemos olvidar que los anarquistas pecan de ingenuos al quedarse en la abolición del Estado capitalista. Y es que tienen la absurda idea de que sin instaurar un Estado proletario, es decir, sin pasar por la dictadura del proletariado, la abolición del Estado dará paso a una sociedad justa, igualitaria y libre. No se dan cuenta de que la sociedad no está preparada para un cambio tan brusco.
 Compañeros, no malinterpretemos a nuestros filósofos, a nuestros defensores. Marx y Engels llegaron a la conclusión, tras estudiar muchos procesos históricos, de que al igual que la violencia, como motor de la historia, es la emancipadora del las masas en lo referido al Estado capitalista, la desaparición progresiva del ulterior Estado proletario es la única manera de tener éxito (o la que más posibilidades tiene). Las ideas anarquistas son idealistas, utópicas. Ciñámonos a la realidad, a nuestros principios adaptados a las condiciones objetivas, analizadas desde la certera subjetividad.
 Olvidémonos de la cantinela de oportunistas, o de simples ingenuos sin mala intención. Disto mucho de la idea de que los poderosos van a dejar de asesinarnos y explotarnos si portamos flores como armas.



         



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